viernes, 27 de marzo de 2009

La construcción empirista Emilio Durkheim

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  1. La construcción empirista de Emilio Durkheim

    En primer lugar hay que observar que cuando Durkheim se propone sistematizar las “reglas acerca de la explicación de los hechos sociales” es evidente que las entidades que intervienen en el proceso que se representa son necesariamente “hechos” o “fenómenos”, es decir “acontecimientos”.
    La relación es siempre una relación lineal entre dos “hechos sociales”, una relación de causa-efecto. Se trata siempre de un hecho social (efecto) explicado por otro hecho social (causa).
    Esta forma de causalidad o de relación causal entre fenómenos que se sitúan en un mismo espacio plano y homogéneo puede ser llamada causalidad mecánica transitiva, y representarse con la fórmula a => b.

    Para Durkheim la determinación de las causas (y no, por ejemplo, la de las funciones) es el modo típico de la explicación sociológica. “[...] La explicación sociológica consiste exclusivamente en establecer relaciones de causalidad, trátese de vincular un fenómeno con su causa, o por el contrario una causa con sus efectos útiles”.

    Una vez señalados los términos de la relación puede profundizarse en el carácter de estos términos.
    Contra toda explicación psicologista, Durkheim insiste reiteradamente en el carácter social de la causa de un hecho social. Tenemos una relación entre hechos o fenómenos, bien, pero además estos hechos son siempre hechos sociales.
    La regla, formulada con precisión por Durkheim, postula: “debe buscarse la causa determinante de un hecho social entre los hechos sociales antecedentes, y no entre los estados de la conciencia individual”.

    De este modo, esa negación a explicar lo social por fenómenos psíquicos, relativos a la naturaleza humana o por factores individuales pone en cuestión concepciones como la de Comte, según la cual el progreso que domina la vida social depende de algo psíquico: la tendencia que impulsa al hombre a desarrollar cada vez más su naturaleza. O también la de los economistas que fundamentan la vida económica en el “deseo de riqueza”.
    O, por qué no, los fundamentos de toda sociología de la acción (para la cual la acción individual es fundadora del hecho social).

    A la vez, el rechazo a toda explicación subjetivista basada en la intención del actor es coherente con el principio de obligatoriedad y exterioridad de lo social según el cual los hechos sociales presionan desde fuera a las conciencias, sobrepasan al individuo.

    Desechado el individuo -razona Durkheim- sólo queda la sociedad. Entonces, la explicación de la vida social debe buscarse en la naturaleza de la sociedad misma.
    El origen de los fenómenos no es psicológico porque la sociedad no es la suma de individuos, sino que de la asociación resulta algo específico, una “individualidad psíquica de un nuevo género”, si se quiere.
    En ésta y no en los individuos particulares hay que buscar la causa de los hechos sociales.

    Como generalmente las instituciones sociales son heredadas de generaciones anteriores y no producidas por nosotros mismos, para conocer sus propiedades o causas no se puede apelar a un procedimiento mental, no se trata de “tomar conciencia”; se necesita de la observación y experimentación.
    El actor y la conciencia constituyen en el sistema de Durkheim variables dependientes, ocupando como se ha dicho un lugar secundario, en tanto que están determinados por hechos sociales materiales e inmateriales.

    Otra de las características de la fórmula lineal simple que representa la relación causal en este pensamiento es la unicausalidad, que se emparienta con el principio de determinación (necesaria y suficiente) y con la formulación de leyes.
    Las causas son siempre en Durkheim causas determinantes, oponiéndose a las consideraciones en favor de la pluralidad de las causas.
    “A un mismo efecto corresponde siempre una misma causa”, es una de sus reglas.

    Puede sospecharse que, paradójicamente, esta regla más que surgir de la “observación” de la naturaleza de las cosas se deriva de una necesidad o requisito del estudio científico.
    En efecto, el autor subraya que quien considera que un mismo consecuente no siempre es resultado de un mismo antecedente y que puede responder en ciertos casos a una causa y en otros a otra, despoja al vínculo causal de toda determinación, “[...] lo hace casi inaccesible al análisis científico; pues introduce tal complicación en el entrelazamiento de las causas y los efectos que el espíritu se pierde sin remedio en la maraña.
    Si un efecto puede derivar de causas diferentes, para saber lo que lo determina en un conjunto de circunstancias dadas sería necesario que la experiencia se realizase en condiciones de aislamiento prácticamente imposibles, sobre todo en sociología”[6].

    Esta conexión necesaria entre dos fenómenos da la posibilidad entonces de establecer leyes precisas. Por el contrario, esta posibilidad está cerrada si se sostiene el principio de indeterminación, con lo cual se nos priva de la deducción científica como forma de razonamiento.

    Muchas veces -dice- se afirma que un mismo fenómeno se explica en ciertos casos por una causa y en otros por otra porque en realidad no se ha advertido que se está no ante un mismo fenómeno sino ante fenómenos diferentes.
    Es decir, la aparente pluralidad de causas es síntoma de una verdadera pluralidad de efectos. Por ejemplo, las distintas causas de suicidio se deben a que hay distintos tipos de suicidio.

    Finalmente, para poder comprobar la existencia de una relación causal entre fenómenos, el sociólogo francés apunta a un método orientado a mostrar el vínculo interno, el denominado “método de las variaciones concomitantes”, que se vale no sólo de la observación sino también de la deducción y, se podría agregar, de la teoría.
    El método experimental por sí sólo no permite obtener una relación de causalidad: los resultados a que conduce deben ser necesariamente “interpretados”.

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